Cuando el hombre se aventura en la tamaña tarea de acomenter un proyecto de trascendencia humana y, en general, en la aventura de acometer cualquier proyecto, ha de mantener los valores en el punto de mira. Los valores, lo que realmente vale, lo que nos une en este caso o lo que queremos obtener de ello en cualquier caso, han de ser eje fundamental de todos nuestros esfuerzos. El establecimiento preciso de los mismos, el consenso en el criterio y en la forma y la unánime profunda comprensión constituyen el marco que sostendrá un proyecto estable e inteligente. Al estilo habitual, me gustaría llamar a la reflexión mediante una serie de cuestiones que a continuación escribo:
- ¿Somos los hombres de ahora responsables de los actos del pasado?
- ¿Son los actos del pasado suficientes para separar merecidamente a los hombres de ahora?
- ¿Es la pluralidad de lenguas una barrera a la comunicación entre una enorme diversidad de seres humanos o, por el contrario, una ventaja?
- ¿Es la lengua vehículo de la cultura solamente, o es también cultura?
- ¿Debemos identificarnos por el terreno en donde hemos nacido?
- ¿Puede hablarse realemente de un terreno donde hemos nacido?
- ¿Existen criterios sólidos para otorgar diferentes deberes y derechos a diferentes seres humanos?
- ¿Es la cultura joya a compartir, o joya a mostrar?
Si lo que estaban buscando eran mis respuestas a esas preguntas, se las adelanto, pero no se las aseguro: NO, NO, SÍ (barrera), SÍ (vehículo solamente), NO, NO, NO, SÍ (compartir). Si por el contrario, lo que buscaban eran unos puntos de reflexión, ahí se los dejo. ¿Qué es lo que realmente vale? Es tarea de ustedes reflexionar sobre ello.
Hagan lo que hagan en la vida, apuntalen unos valores y muévanse por el mundo con ellos. Los valores se apuntalan con períodos de profunda reflexión y no con períodos de profunda televisión. Estos acabarán conviertiendose en los puntos cardinales de todas sus decisiones. Me da igual lo que piensen de todo lo anterior, si no no lo habría escrito.